Al horizonte ficticio se dirige
ese pájaro de sílice marino.
Apenas con la punta de las alas
toca la superficie del océano.
Atisba la hondura entre las olas
y resiste el llamado del coral.
Sabe que la distancia no se acorta
si decide volar hacia lo bajo,
por eso apoya su pecho contra el viento
y recompone la ruta hasta su nido.
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