miércoles, 29 de agosto de 2012
El textil artesanal y su significación (fragmento)
Podemos observar de manera clara en el
trabajo artesanal y artístico dos aspectos: uno referido a los materiales con
los que se trabaja y otro referente a las ideas o invenciones del individuo que
realiza la actividad. Los materiales serían el vehículo por medio del cual se
muestra de forma objetiva y tangible el resultado de su manipulación. Esta
manipulación que de los materiales realiza el individuo es lo que permite al
objeto surgir, mostrar el concepto o la significación de lo que se quiere
decir, la expresión de quien trabaja con ellos.
A lo largo de la historia, el individuo
que expresa ha querido mostrar una parte de sí mismo, de lo que piensa del
mundo, una emoción, una capacidad, o algo que quiere exteriorizar. Intenta
poner en los objetos que produce las interpretaciones que ha hecho respecto de
la naturaleza o de actitudes humanas que llaman su atención, interpretaciones
del mundo en que vive, todo lo que significa para él.
Según Roland Barthes,[1]
los productos culturales pertenecen al rango de los significados, no al de los objetos.
La artesanía, sin dejar de mantener una condición de objeto, se enfoca al
contexto de sus materiales, los vincula a un sentido que proviene fundamentalmente
de su utilidad o su aplicación ornamental.
Según la propuesta de Benjamín Valdivia,[2]
para diferenciar los objetos culturales conforme a su significado, “los grupos sociales responden variablemente
a una de tres formas de transferencia de significado, a saber: aumento,
disminución o conservación”.
La clase de producciones culturales que
tienen como propósito la conservación de sus significados proceden conforme a
lo siguiente:
...una gran cantidad de
manifestaciones expresivas tiene una larga duración en cuanto a sus estilos,
modelos y métodos de producción. Se trata de reiteraciones tradicionales. Por
ejemplo, la cerámica producida por las comunidades indígenas. En este tipo de
objetos la intención y el objetivo es continuar la actividad efectuada por
generaciones anteriores. (...) ninguno de los productores pretendería ser un
creador original de significados (...) el autor de los contenidos expresivos de
ese tipo de objetos, no es la persona, sino la comunidad; y no la comunidad
presente sino el continuo de habitantes de la localidad.
(...) los individuos concretos
elaboran físicamente los objetos. (...) la serie indefinida de pobladores [es]
quien precisa los elementos composicionales de esos objetos.[3]
Es aquí donde situaríamos las obras
llamadas folclóricas, que se apegan a la manera tradicional de trabajar los
materiales y a los modelos que se vienen haciendo en una comunidad desde épocas
pasadas. Los objetos pueden ser utilitarios o de adorno, y los significados se
remiten a valores simbólicos que incluso pueden haber perdido su contenido,
pero que siguen ligados como identidades de la comunidad que los produce. Los
símbolos o patrones se repiten, algunas veces ya sin conocer su sentido
primigenio o cuando ya ni siquiera permanecen como símbolos; los productores
folclóricos siguen las técnicas, usadas sin ninguna crítica, sólo por puntual repetición
de la actividad ancestral de la comunidad.
Este puede ser el caso de las artesanías,
o de las pinturas que evocan símbolos de civilizaciones antiguas; también las
vasijas o blusas bordadas que se elaboran en las diversas comunidades como
indumentarias distintivas de esa región o grupo. En el campo de los textiles
serían ejemplo los rebozos tejidos en telar de cintura o los encajes tejidos
por las bolilleras, los edredones tradicionales de algunas regiones, e incluso
los tejidos y bordados decorativos que reproducen escenas típicas en la región
que los produce.
Otra forma de transferencia de
significados iría en rápido ascenso para luego llegar a una drástica
disminución, comandados por la moda:
[es] ...otro tipo de
significación que no busca conservar los valores tradicionales. No tiene como
procedimiento el anonimato pero continúa con una tendencia a la falta de originalidad.
(...) Los productos significativos de este tipo, adquieren una rápida presencia
(...) sólo para ser desechados al término de una temporada.[4]
Este tipo de producción da origen a lo que
se ha llamado arte popular. Surgen nuevos ritmos, canciones, estilos e imágenes
que se representan en diversos medios, con un sentido de pasatiempo, ya sea en
la música, la pintura, el espectáculo, los tejidos o el diseño, pero todo va
dirigido a su pronto consumo masivo; y se llega a una homogeneización de estos
géneros. Todo ello está ligado con la moda y desaparece pronto. Siempre se está
renovando, pero no tiende a la originalidad sino a que la masa adopte pronto el
significado propuesto.
Como ejemplo, los talleres europeos donde
se hacían los gobelinos (que eran tapices muy finos tejidos en telares
verticales y horizontales), dictaron durante mucho tiempo la forma de trabajar
el textil, debido al gran auge que tuvieron gracias al apoyo de la realeza.
Plasmar con hilos teñidos las escenas o figuras que creaban pintores famosos,
se consideraba la mejor manera de utilizar los materiales textiles; y, al ser
producto subsidiario de la creación de un artista, muchos de ellos fueron
admirados como arte. Para aquel momento significaban estatus para quien encargaba
su confección, al ser poseedor de algo bello, aunque de modo supletorio; y las
escenas que se representaban en aquellos textiles casi siempre tenían un fin
instructivo, ya fuera el conocimiento simbólico o mitológico de los blasones de
alguna familia noble o la conmemoración de algún momento notable en la vida de
un personaje, como también las escenas que, solicitadas por miembros del clero,
comunicaban de forma gráfica aspectos de la doctrina que se quería reforzar en
la mente de los creyentes y, aparte, servían para proteger las habitaciones
cubriendo las frías paredes. Mostraban, de cualquier manera, los elementos
propios de la época y de la sociedad en que se producían, para perder su
sentido al paso de dicha época.
En la producción textil popular actual, el
mejor ejemplo serían las piezas tejidas en telar representando el emblema de un
equipo de fútbol o cualquier personaje televisivo o caricaturesco, o con la
imagen típica de la casita o el florero. Estas obras generalmente se producen
en cantidades reiterativas y la masa de consumidores se identifica con ese
significado y no se cuestiona nada con su contenido. Después de un tiempo, el
significado se pierde, pues ya pasó de moda, y llega a ser obsoleto; aunque de
inmediato es reemplazado por un nuevo objeto de consumo con características
similares.
El último tipo de significación en los
productos culturales es el que iría en aumento:
Su origen normal no es la
masa. Se desarrolla en las élites culturales. Se da en un tipo de objetos cuya
significación no se agota rápidamente a pesar de que no reitera el valor
tradicional. Al contrario, conforme pasa el tiempo, su producto se revela como
una pieza de mayor sentido, de significación creciente.
(...) tiene un autor
individual identificable. En el caso de que el significado tenga un aumento, es
notorio que lo hace no por la mera producción de sentido residente en el objeto
físico, sino que estos objetos permiten una asociación de significados
subsidiarios que se agregan al objeto mismo en tiempos sucesivos.[5]
Esta categoría de significación sería la
del arte entendido como “bellas artes”: la significación aumenta con el tiempo
y se le van agregando nuevos sentidos, enriqueciendo su contenido y percepción.
Por ejemplo, Don Quijote significa
más en nuestros días que en el tiempo cuando fue escrito.[6]
Los artistas crean e inventan continuamente, pero su consumo no es masivo ni
depende de la moda para surgir y ser apreciado. La intención también cambia;
los productos de este tipo no se hacen para ser usados en algo, sino por la
pura expresión y para ser contemplados; y no son útiles ni ornamentos. En el
caso de los textiles se incluirían aquí los trabajos hechos con hilo y/o
fibras, tejidos que no buscan ser útiles ni ornamentales además de que
contienen otro tipo de trabajo técnico y se expresan de manera distinta a los
dos anteriores modos ya señalados (a saber: no son folclóricos ni populares).
El textil contemporáneo no sería entonces una expresión que surja de la masa,
ni que obedezca a la moda, sino que se apropia de las características de los
materiales para ofrecer una suma de propuestas en la búsqueda de nuevos
significados.
[1] Barthes, Roland. Empire of signs, 1983. Ed. Firrar, Sraus
and Groux, Nueva York.
[2] Valdivia, Benjamín. “Algunos criterios para la formulación de
políticas culturales”. Colmena
Universitaria # 81, Universidad de Guanajuato, agosto de 2003. p. 71.
[3] Valdivia, op. cit., 2003,
p. 72.
[4] Valdivia, op. cit., 2003,
pp. 72 y 73.
[5] Valdivia, op. cit., 2003,
p. 73.
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